Sobre cadenas de valor y desarrollo regional
Para mí, el trabajo solo tiene sentido si es significativo. Esto se traduce en muchas cosas, algunas pueden parecer detalles. Otras no. Entre estas últimas, el ser un aporte real y concreto a las constantes y complejas necesidades de nuestros clientes, da un verdadero significado a mi labor. Mi objetivo es resolver sus problemas, pero tratando siempre de ir más allá simplificando su trabajo y empoderándolos con información valiosa que les permita tomar decisiones correctas y tener éxito en su entorno. Para ello, en nuestro equipo estamos siempre estudiando y perfeccionándonos. Muchas veces tenemos que tocar la puerta y pedir colaboración a otras ciencias, que con propiedad se llaman exactas, ya que la labor legal si no es interdisciplinaria, no tiene mucha utilidad en los tiempos actuales.
Últimamente, para un proyecto en el que estoy trabajando, me he enfocado en los efectos económicos buenos y malos de la implementación de políticas, leyes y regulaciones[1] y en los costos de cumplimiento.[2]
He leído varios textos interesantes sobre economía (gracias a un curso de lectura veloz que tomé hace 10 años, sin ninguna fe) uno de estos es el libro “Harnessing Global Value Chains for regional development”[3] (Aprovechamiento Global: Cadenas de Valor para el Desarrollo Regional) de Riccardo Crescenzi y Oliver Harman.
Hablar de desarrollo regional en tiempos de crisis política, viendo en tiempo real cómo se atenta contra derechos humanos y valores democráticos en Venezuela, y cuando las fronteras de aquellos mapas que nos enseñaron a colorear se desdibujan en materia económica con la misma facilidad con la que el viento cruza un valle, parece un intento de aferrarse a una realidad que ya no existe.
Sin embargo, este libro es una exploración pragmática e incisiva sobre cómo las regiones pueden—y deben—adaptarse para sobrevivir y prosperar en un mundo donde las fronteras económicas son cada vez más difusas.
El libro nos invita a una profunda reflexión, a repensar el papel que juegan las regiones y países en esta economía global interconectada, sobre todo en Latinoamérica, identificando oportunidades y ventajas de nuestra geografía.
Es importante abandonar los viejos paradigmas del desarrollo regional, esos que nos hacen pensar en sectores y en producción como los únicos caminos hacia el crecimiento y pensar en términos de “tareas”, en cómo podemos especializarnos en aquellas partes de la cadena de valor que realmente marcan la diferencia, políticas como la especialización inteligente[4]o la sofisticación de servicios, van por ese camino.[5]
Las cadenas de valor globales (GVC) son un concepto que, a primera vista, parece encerrar una promesa: la promesa de que cualquier región, sin importar cuán pequeña o periférica, puede integrarse en la economía global y prosperar. Pero sabemos que cumplir esta promesa no es tan sencilla como parece. Las GVC no son líneas rectas que conectan un punto A con un punto B; son redes intrincadas, complejas y, a menudo, desiguales, donde el poder y el valor están distribuidos de manera muy específica. Entonces, llamarlas “cadenas” podría ser un error de nomenclatura. No son estructuras rígidas y predecibles; son redes maleables, configuraciones que cambian y se adaptan, a veces de manera impredecible. Entonces, ¿dónde encajan nuestra región en este entramado? ¿En qué punto nos encontramos y hacia dónde deberíamos dirigirnos?
En Latinoamérica hablar de atracción de inversión extranjera directa (IED) sin una estrategia profunda y calculada es como arrojar un anzuelo en un océano esperando que algo muerda. ¿Y si muerde? ¿Estamos preparados para lo que venga? Porque la llegada de capital extranjero no es, en sí misma, la salvación; puede ser una sombra de dependencia si no se maneja con la astucia de un jugador de ajedrez.
Crescenzi y Harman proponen una visión que incomoda porque desafía nuestras suposiciones más básicas. Nos hacen ver que, en las GVC, las actividades más valiosas no son necesariamente las que nos enseñaron a venerar.
Se necesita más que políticas bien intencionadas; se requiere un entendimiento profundo de las dinámicas de poder que operan en estas cadenas. Las actividades de mayor valor agregado, como la investigación y desarrollo (I+D), el diseño, o la comercialización, que son los santos griales del desarrollo regional, muchas veces quedan como declaraciones al aire. Alcanzarlas no es tarea fácil, y a menudo sus esfuerzos están mal enfocados bajo estándares políticos cortoplacistas que hojas de ruta sensatas y realistas, perdiendo en el camino los pocos recursos con los que contamos en los países en desarrollo.
En este escenario, nuestra region no puede darse el lujo de ser mera observadora. Debe ser estratega, arquitecta de su propio destino dentro de las GVC. La inversión extranjera directa (IED) se presenta como un vehículo de promesas, pero no es suficiente con atraer inversión. La verdadera pregunta es: ¿cómo se asegura que esa inversión no sea un espejismo, sino una fuente real de crecimiento y desarrollo?
Las multinacionales, en este contexto, no son simplemente fuentes de inversión; son fuerzas que moldean las economías locales de maneras profundas y a menudo inesperadas. Cuando una multinacional decide establecer una planta de producción en una región, trae consigo no solo capital, sino también conocimiento, tecnología, y, en algunos casos, dependencia. Las regiones deben ser conscientes de lo que esto implica y deben estar preparadas para absorber y adaptar las tecnologías que estas empresas traen, para que no se conviertan en simples plantas ensambladoras sin capacidad de crecimiento autónomo.
La gobernanza de las GVC es otro aspecto crucial del libro. En un mundo donde las fronteras políticas y económicas se vuelven cada vez más porosas, las decisiones sobre dónde se realizan ciertas actividades dentro de la cadena de valor son de vital importancia. Las regiones que entienden esto y que son capaces de influir en estas decisiones están mejor posicionadas para capturar valor y para asegurar que este valor se distribuya de manera que beneficie a su economía local.
Entonces, ¿qué significa realmente “aprovechar” las cadenas de valor globales? Crescenzi y Harman nos sugieren que se trata de algo más que estar presentes en ellas. Se trata de posicionarse estratégicamente, de entender dónde está el poder y cómo capturarlo. Se trata de ser algo más que un eslabón en la cadena; se trata de ser el engranaje que define cómo se mueve la maquinaria global.
Esta reflexión nos lleva a una pregunta inquietante: ¿estamos luchando las batallas correctas? Nuestras políticas públicas, nuestras estrategias de desarrollo, ¿están diseñadas para competir en los segmentos donde realmente se juega el valor? O, por el contrario, ¿estamos apostando por un juego que ya hemos perdido, incluso antes de comenzar?
[1] Johnson, Garrett. «Economic research on privacy regulation: Lessons from the GDPR and beyond.» (2022).
[2] Moynihan, Donald, Pamela Herd, and Hope Harvey. «Administrative burden: Learning, psychological, and compliance costs in citizen-state interactions.» Journal of Public Administration Research and Theory 25.1 (2015): 43-69.
[3] Crescenzi, Riccardo, and Oliver Harman. Harnessing Global Value Chains for regional development: How to upgrade through regional policy, FDI and trade. Routledge, 2023.
[4] Belyakova, G. Y., E. V. Zabuga, and E. V. Stepanova. «Conditions for smart specialization of regional innovation clusters.» IOP Conference Series: Earth and Environmental Science. Vol. 839. No. 2. IOP Publishing, 2021.
[5] Rodrik, Dani, and Rohan Sandhu. Servicing Development: Productive Upgrading of Labor-Absorbing Services in Developing Economies. No. w32738. National Bureau of Economic Research, 2024.